domingo, 21 de marzo de 2010


Ni campañas masivas; agencias lujosas o chicas semidesnudas: La mejor publicidad "no se compra"

por Wiliam Ajanel

La publicidad tal y como la conocemos ahora, no es más que el fruto de una especie de revolución mediática que modificó nuestra actitud frente a los distintos productos y servicios que nos ofrece el mercado. Hace décadas e incluso siglos, era difícil pensar en todo el soporte gráfico y audiovisual que hoy en día utilizan las grandes corporaciones a nivel mundial para movilizar su idea particular de un bien. Pero aunque la innovación tecnológica e informática también ha traído consigo nuevas formas de proyectarse a un "target" o público meta; no se puede menospreciar la invaluable y poco reconocida labor publicitaria que realizan los propios clientes; la siempre fidedigna y humilde "publicidad de boca a boca".



Sorprende ver la cantidad de ideas que se mueven en torno a la generación de un promocional o corto publicitario; la capacidad creativa que se deriva de éste fenómeno que intenta llegar a las masas y tocar la fibra más sensible del público meta o clientes potenciales; pero aunque por un tiempo se logre impresionar a las multitudes por medio de un mensaje subversivo y una que otra manipulación astuta; no hay cosa peor para una institución que un cliente decepcionado.

Y es que, sin duda alguna, una de las mayores influencias para el acercamiento de un individuo hacia determinada marca, producto o idea, es precisamente la idea que una persona de confianza tenga sobre un determinado bien; precisamente por esa percepción de poca fiabilidad que se obtiene de los medios y aunque en muchas ocasiones tengamos asumido que la publicidad está demasiado fuera del alcance de la lógica y la verdad, siempre buscamos el apoyo "emocional" y la aprobación confidencial de una persona y no tanto de un anuncio de radio, televisión o una revista. De ésta última cuenta la imperiosa necesidad de utilizar figuras públicas en un porcentaje considerable de anuncios publicitarios, ya que según un razonamiento un tanto pobre pero bastante efectivo "las personas famosas deben tener un buen criterio".

La cuestión sería ¿exactamente qué tipo de influencia queremos tener sobre los clientes respecto a la publicidad boca a boca? Si partimos de la idea principal y básica de que la publicidad boca a boca no es más que trasladar información sobre un bien de manera espontánea e informal, entonces comprenderemos lo sencillo que resulta en un sentido, obtener la aprobación y la buena opinión de un cliente, sencillamente atendiendo a sus demandas y brindar un servicio satisfactorio; sería irresponsable suscribirnos tan sólo a ésta idea del éxito sobre una venta o un servicio prestado, es necesario atender también a cuestiones como el entorno del consumo y el momento en el que se sucitó la compra, pero si sólo pusiésemos atención a lo importante que es brindar una buena atención, comprenderíamos que no sólo estamos dando un servicio o vendiendo un producto, estamos fortaleciendo o destruyendo la percepción del lugar donde nos encontramos. Estamos invirtiendo en buena o mala publicidad, implícitamente.

¿Por qué pues, no apostar por lo básico y lo sencillo? Obviamente una campaña masiva tiene un impacto bastante fuerte, especialmente en el posicionamienteo (es decir, el lugar que ocupa cierta marca o producto en la mente del consumidor) pero no así fidelidad y acercamiento a los beneficios de un producto, ya que como lo decíá un compañero mío: "el papel todo lo aguanta", con lo que da a entender que un anuncio puede hablar maravillas de un producto, pero difícilmente podrá tener tanto poder en la intención de compra de una persona como la tiene un amigo, familiar o conocido.

Esto sin caer en el cada vez más frecuente conflicto de intereses, como el que presentan ciertas prácticas mercadológicas que "premian" a la persona por referir un determinado producto o servicio, promoviendo con esto, una actitud condicionada y poco objetiva que desvirtúa el buen nombre de la publicidad de boca a boca. Nada más efectivo que la creación de clientes incondicionales, que en cualquier momento hablarán del buen servicio de aquel bar de la esquina, del jabón de marca equis, de la zapatería tal y de los caramelos ye.

Obviamente no se puede negar el impacto de la publicidad tradicional y masiva en la conducta de los consumidores, en cambio si se puede cuestionar la honestidad y veracidad con la que se pretende trasladar dicha información en los medios; hecho que seguramente nos empujará a ser cada vez más cuidadosos y volver a tiempos de antaño, donde sin interés alguno o patrocinio de dudosa objetividad, eran los mismos individuos los que ponían en una balanza la calidad de lo bienes que consumían.

¿Estaremos preparados para dar un paso hacia de des-publicidad masiva e intentar de nuevo el boca a boca?



Un saludo


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