miércoles, 30 de diciembre de 2009


"Mi nombre es Alberto, y soy el abogado que nunca soñé ser"

por Wiliam Ajanel

Esta es la típica historia del chico que se encuentra atrapado en sueños ajenos; de aquel muchacho que nunca tuvo que lamentar una mala calificación en la escuela, y al que le sobraban las buenas referencias para empleos, pero que sin embargo, se sabía negado a sus verdaderas pasiones y sueños infantiles.

Alberto llegaba a su apartamento todas las tardes, conduciendo su modesto automóvil, recortando en su mente las distancias de la oficina a su hogar, e imaginando lo que sería aflojar esa corbata aburrida que le regaló alguna tía solterona en su último cumpleaños, y dirigiéndose con alegría a ese pequeño espacio de luz tenue en la esquina del comedor, donde paciente le esperaba su más preciada adquisición, el piano electrónico que compró con unos cuantos sueldos y ahorros. Alberto se sienta frente al instrumento.


Y mientras pone un pie en el pedal de resonancia y su mano dibuja con antelación un acorde en el aire, Alberto se pregunta en qué momento el miedo le ganó a la pasión. Sin ver la partitura sostiene la nota y su respectiva octava; comienza el sueño, Alberto sonríe en señal de placer y gozo mientras sus manos se desplazan por el teclado con gran talento, entonando una delicada melodía. El día parece culminar majestuosamente, pero de pronto, el estridente y fastidioso ruido de su teléfono celular interrumpe la pieza.

Llamada entrante; "Oficina" -escrito en la pantalla del celular- debo tomar esta llamada -piensa en silencio Alberto-. Buena tarde abogado -expresa una voz femenina- sólo llamaba para informarle que recién ha llegado a la oficina el expediente del Sr. Ramírez, ¿desea que se lo envíe a su casa para que lo lea? No se preocupe Srita. Valdéz -expresa Alberto con voz apagada- ahora mismo iré a recogerlos personalmente. Alberto cierra la tapa del piano y se conduce hacia el auto de nuevo, no sin antes reclamar: "Una pieza, una sóla y miserable pieza..."

De vuelta a casa, con el expediente en el asiento trasero, Alberto decide pasar por un café a su cafetería favorita, un pequeño local semi-oscuro y de dulce fragancia, donde relajadamente intentaba escuchar un par de canciones, música moderna, pop británico, música clásica y uno que otro disparate disonante. Desconectado por un momento de la tensión del día y los expedientes, Alberto juguetea con sus dedos al sonido de Strawberry Fields Forever, mientras la dulce y sencilla mesera sonríe viendo como Alberto luce desentendido del mundo, y de pronto el sonido de un vaso golpeando la mesa despierta de su viaje al jóven abogado.

Hola -saluda amable Alberto a la mesera- ¿Eres nueva aquí? Sonriendo la mesera, le contesta: Hola, de hecho soy la dueña de la cafetería. ¿Cómo? Yo nunca antes te he visto aquí, y tengo mucho tiempo de venir a esta cafetería -replica en tono sorprendido- Verás, estuve fuera del país, estudiando y trabajando. Eso suena genial -cada vez más en confianza- supongo que vienes de vacaciones; La verdad es que vengo a trabajar de lleno en mi negocio, luego de un par de años de estudio y arduo trabajo es justo levantar lo poco que tengo -respondió la dama-. Pues que bien que lo hagas, pero ¿Qué pasará con tus estudios y eso?

Cruzando los brazos y apoyándose en la mesa responde con nostalgia la dama: Desde niña soñé con ser la mejor cocinera del mundo, especialmente cuando miraba esos programas en la televisión, con los años el deseo se volvió más que eso, y decidí poner todo mi empeño en realizarme profesionalmente, hoy en día, puede que no sea la mejor cocinera del mundo, pero comenzaré siendo la mejor cocinera de esta ciudad, este par de años en la Escuela de Artes Culinarias deben servir para algo, y el trabajo de mesera lo realicé para apoyar mis estudios, de esa cuenta es que de vez en cuando me verás aquí limpiando y no detrás en la cocina, mientras tanto, tengo la sensación de estarme convirtiendo en lo que siempre quise ser.

Por cierto, mi nombre es Denisse, ¿Y tú quién eres?

Después de unos cuantos segundos de silencio y miles de cuadros e imagenes cruzando por la mente, el joven abogado respondió con una sonrisa confusa: "Mi nombre es Alberto, y soy el abogado que nunca soñé ser"

FIN

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Tradición familiar, presiones culturales, inmaduréz, miedo, y si... cobardía. Pocos se atreverían a determinar una edad o una circunstancia en particular que nos faculte de la suficiente sabiduría para tomar desiciones tan importantes para la vida como lo es la carrera o profesión a la que deseamos dedicarnos.

Pero más allá del romanticismo ingenuo y los tópicos desgastados de perseguir los sueños y buscar lo que realmente nos apasiona, se encuentra esa enorme verdad que nos abrazará o en el peor de los casos, que nos hará tropezar; y es el hecho de que, en cuanto estemos más atentos a cumplir los sueños ajenos, más lejos nos encontraremos de realizar nuestras verdaderas pasiones.

Alguien me dijo un día "Es una pena que para ser introspectivo y romántico, se tenga que, primeramente contar con una barriga llena, y unos cuantos billetes en el banco" No se que tanta razón tenga esta frase, pero seguramente muchos, en algún momento de la vida hemos renunciado a alguna pasión o sueño individual, por al menos tener la oportunidad de conservar la esperanza de algún día realizarlo, la pregunta es ¿Cuándo será el día para retomar esos anhelos?


Un saludo


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miércoles, 2 de diciembre de 2009


¿Debemos simplificar la ortografía o simplemente respetarla?

por Wiliam Ajanel

Hace pocos días tuve la oportunidad de ver el programa "Oppenheimer presenta", en donde se trató el tema: "El futuro del idioma español", y se presentaron algunas opiniones interesantes respecto al futuro de algunos términos que han venido evolucionando e incorporándose a nuestro idioma y de la posible eliminación de algunas normas de ortografía básicas como el uso del acento en palabras como "ese", "solo" y "este", y el futuro de la letra eñe por ejemplo.

El tema giró en torno a la evolución del idioma, producto de una globalización evidente y la necesidad de adaptarse a distintas terminologías producto de la nueva era de la informática y los medios. Entre las opiniones que se pueden considerar, está la del mismo presidente de la Real Academia Española, el Doctor Victor García de la Concha, quien realizó algunas intervenciones explicando algunos de los métodos que utilizan para considerar cambios e implementar nuevas normas al idioma.

Mientras se discutían algunas opiniones desde distintas posturas (algunas rayando en lo ridículo, como la de una novelista cuyo argumento era "obedecer" sus propias reglas de ortografía y gramática en una especie de rebelión a los lineamientos de la RAE (?) ) nació en mi la duda sobre si es correcto simplificar aspectos de la ortografía que tradicionalmente conocemos la mayoría de quienes habitamos en países hispanohablantes.

Cuando se genera éste tipo de discusión saltan muchos argumentos, algunos de ellos fueron planteados en el programa del cual hablo, entre ellos: La implementación de terminologías especializadas como la informática, el comercio, la tecnología, los medios, etc. Considerar también una forma práctica de escritura y evitar conflictos ortográficos a la hora de escribir. El uso de las tecnologías como los mensajes de texto (SMS) y similares, y la simplificación del idioma como parte de sociedades más cercanas, es decir, más "globales".

Dentro de todos estos argumentos, se le da una mención especial a la juventud, y su nueva "manera" de comunicarse, donde muchos obvian (obviamos) en ocasiones el uso adecuado de los acentos, los signos de puntuación y hasta hemos llegado a la sustitución de letras como el famoso caso de la "k" en palabras que conserven su fonética como: "kasa" en lugar de casa, "kalle" en lucar de calle, etc.

Visto el panorama actual y las consideraciones al respecto de las simplificación de la ortografía y el idioma en general, tan sólo me da la sensación de que en nombre de la comodidad o pereza, se quieran modificar algunos términos o palabras, para hacerlas supuestamente más "prácticas" o sencillas. Es posible que en nombre de la simplificación de la ortografía, se caiga en grotescas adulteraciones del idioma, que como también mencionaban en el debate, han venido ocurriendo desde hace cientos de años, y siempre salta algún grupo de "puristas" del idioma, por así decirlo, a defender lo inevitable: El cambio en las costumbres y formas de comunicación social.

Ahora bien, hay que plantearse si es justo atender siempre al sentido de las masas, es decir, al gusto popular para lograr modificaciones sustanciales y drásticas en el idioma (no hablo de modismos, localismos, ni extranjerismos) que aunque (como bien mencionaba Andrew Lynch, un profesor en lingüística invitado del programa) el idioma resulta de un consenso popular, de formas y palabras utilizadas para que la sociedad pueda comunicarse; no necesariamente esto justifica que deba simplificarse el idioma cuando la mayoría (y aquí es donde entran algunas justificaciones, desde mi punto de vista poco honorables) sea por pereza, por comodidad, e incluso por ignorancia, encamine los pasos del idioma hacia una especie de degeneración inconsciente.

No se trata de volverse un purista del idioma, o de estar en contra del cambio (normalmente utilizo terminología "moderna" en mi escritura y forma de comunicarme), sencillamente es cuestión de analizar que los argumentos que nos lleven hacia una "simplificación" del idioma, estén lejos de ser los de obedecer a gustos particularmente cómodos o sin sentido.

Y mi respuesta a la pregunta medular del artículo es: Para simplificar el idioma, antes debemos aprenderlo bien, respetarlo, analizarlo y por último, de ser imperiosamente necesario, modificarlo.

Con las debidas disculpas anticipadas por las faltas ortográficas.



Un saludo.

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