lunes, 13 de octubre de 2008


Al rescate del Nerón

El pobre niño asustado, despertó de pronto en una noche cálida, con el sudor en la frente y las manos frías. ¡Pero si yo ya había llegado aquí! era el reclamo del infante, posando su cabeza nuevamente sobre la almohada y cerrando duro sus ojos (creyendo que con eso conciliaría el sueño más rápido)

Entre el sonido de
portazos y uno que otro chucho ladrando a las 3:15 de la madrugada, el pobre no podía volver a dormir. Una vuelta, dos vueltas, y el calor de las chamarras de hacía insoportable.

Luego de una lucha prolongada, quizá una hora y media intentando retomar ese sueño perdido que se la había ido entre los dedos; logró de pronto situarse en esa
callecita de tierra la cual había recorrido anteriormente cuando su sueño "se corto"

¡Ahí está mi animalito! exclamó el niño mientras corría acercándose a los trigales que cambiaban de color, de dorado a amarillo y de amarillo a naranja. ¡Esperáte! ¡esperáte! Gritaba mientras el
chucho seguía corriendo y veía como se alejaban de la callecita de tierra. Cansado de tanto correr se detuvo por un momento y respiró: ¡Ay! que frío está el aire era la queja del pequeño. Sintió como de pronto el polvo y la resequedad se comían su garganta, y al levantar la vista volvió a decir: ¡Pero si yo ya había llegado aquí! Y enfadado volvió a buscar a su animalito. Ahora ya se hizo noche, me va a regañar mi mamá, y el Nerón no aparece.

Señor, ¿usted no ha visto a mi chucho?

Bien has dicho patojo, no lo he visto... Pero contáme, ¿que hacés tan tarde por estos lugares y solito? Acabo de ver que pasó tu papá en la bicicleta, mejor andáte que te va a regañar...

No señor, no me puedo ir sino encuentro al Nerón, es que le solté la cadena y se escapó y si no lo encuentro, igual me van a regañar...

Bueno, yo solo te aconsejo que te regresés porque ya se está poniendo oscuro, además, los animalitos regresan solos...

Usted no me entiende don ¿pero sabe qué? mejor me voy porque ya perdí mucho tiempo aquí y el pobre chucho saber ni donde estará...

6:30
pm, y la tarde fría, típico en los noviembres en el occidente, ya más oscuro y con un tanto de hielo, se ponía peor la situación. De pronto aparece un tacuatzin en medio de la calle:

¿Qué será eso?...

Animalito vení...

¿No lo encontrás verdad?

¡Ay mamacita! ¡esa cosa habla!

No te asustés, se que estás buscando al Nerón...

Pues si, lo estoy buscando, pero no aparece

Los perros son fáciles de encontrar, solo hay un lugar al que debío haber ido...

¿Ah si? ¿Y donde queda ese lugar?

Te lo digo con una condición, que no le digás a nadie que me conocés...

Todo sea por encontrar al Nerón, tabueno, te lo prometo pues...

Bueno, conste que es un trato y no podés romperlo, si lo hacés algo malo te va a suceder... ¿Mirás aquel ciprés que está en ese montecito?

Si, lo miro pues, el grandote ¿verdad? ¿El que tiene forma de viejito jorobado?

Ese mero, allí debajo, hay un hoyo algo grande, entrá y no te asustés porque hay luz y seguro allí está el Nerón...

Bueno, voy a ir entonces, pero no me estás mintiendo ¿verdad?

¿Por que haría yo tal cosa como mentir? De todos modos es lo único que tenés hasta el momento, decidí si vas o no vas, yo debo seguir mi camino, mi familia me espera.

Tabueno pues, voy a probar pero conste que si no es cierto, le digo al tío Chus que te busquemos y directo a la olla...

Vaya hombrecillo tan desalmado, le ofrezco ayuda y él me ofrece la muerte... Como te digo, no tengo necesidad de mentirte. Ahora procedo a marcharme, un gusto conocerte patojo, así que con cuidado... Por cierto, me llamo Roberto Tac.

Bueno pues señor Tac, me voy corriendo que se me hace tarde... espero encontrarlo algún día...

Yo espero que no, porque si eso pasa es que algo hiciste mal...

¡Ah! ¿Como así señor don Tacuatzin?

Ya te dije, mi nombre es Roberto, y espero que no te olvidés de lo que te dije respecto a haberme visto...

Si señor, lo tengo presente... ¡adiós!

Con el pié sobre la carrera y la manita despidiendo,
fué lo último que supo don Roberto Tac del patojo que buscaba a su chucho Nerón, al menos esa noche. Y apresurado en su destino el patojo tropezó en una raíz de sauco que salía de la vereda.

¡Ay! Que trompazo me metí... y estos zapatos shucos que no ayudan, todos destartalados los condenados... ¡Ay! ¡ay¡

Tranquilo niño, que la noche no se va...

¡Ah! pero que lugar más extraño aquí todos los animales hablan...

Hay cosas más sorprendentes que esas... (respondió la comadreja)

Si, supongo que si, pero disculpe que lo deje hablando solo, debo llegar rápido allá donde está ese ciprés...

¡Ah no! ese ciprés no... ¿No sabés que es un lugar muy peligroso?

Pues don Robe... este... mejor olvidelo, ya me voy señor, nos vemos...

¿Y quién te dijo que allí ibas a encontrar lo que buscás?

No le puedo decir señor, solo se que tengo que llegar lo antes posible...

No está bien confiar en cualquier animal que te habla en el monte... Podrías perderte o algo malo te podría pasar... te lo digo yo que vivo acá y conozco mucho de lugares...

(y ahora que hago...) Pues no se señor pero debo ir a ese ciprés que ya está oscuro...

Decí la verdad, hablaste con ese tacuatzín mañoso ¿verdad?

(ya me cachó) ¿Y usted como sabe? ¿Conoce a don Roberto?

(ja! lo tengo) Claro que si lo conozco patojo, conozco a todos los animales que merodean en esta aldea, principalmente a los mañosos, como don Roberto Tac.

De la que te libraste, ahora acompañame que yo se donde está el Nerón...

Lo sigue el niño, con mucha duda pero con la desesperación de encontrar al Nerón.

¡Ahí está! ¡ahí está! ¿Ya lo vió? ¿ya lo vió señor comadreja?

Lo ves, yo no te iba a mentir... Ahora corré y llevátelo de vuelta a casa...

Gracias don... ¡que bueno apareció mi animalito!

(ja! pobre iluso) De nada patojo, que te vaya bien...

¿Pero por qué se corre de mi el Nerón? ¿A donde va mi chucho?

No te preocupés, solo pasá de ese montón de milpa que mirás allí, allí lo encontrarás...

Bueno, adiós señor... Espero verlo algún otro día...

Así será niño, así sera...

Corre el niño apresudaro y feliz de haber encontrado a su Nerón, y ya con la luz de la luna haciendo aclarar un poco la noche de pronto:

¡Pero si yo ya había llegado aquí!

Yo también patojo... yo también (dijo don Roberto Tac)

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